10 de abril de 2008

Atardeceres

Quien no haya visto el atardecer en Guatemala debo explicarles que es lo más hermoso que los ojos mortales podrán ver jamás. El cielo se tiñe en tonos cálidos, enmarcados por los paisajes verdes abundantes en el área rural del país, y solamente el sonido mudo del viento batiendo con los recuerdos y llevándolos consigo a las alturas, terminan por fascinar al más escéptico de los camarógrafos. La paleta de rojos, naranjas y celestes, determinan en gran medida la exquisitez visual, amplia, pura, solemne, pero sobretodo solitaria del lugar.

No podría faltar en un país de producción agrícola intensa, el aroma del campo, y la fragancia del café secándose a la intemperie, impregnando los techos de barro rojo para deleitar por la noche los sueños intranquilos de los habitantes, que al día siguiente serán víctimas de la nostalgia al revivir el paisaje cíclico y desaforado en mi país.

Los amaneceres son igual de impactantes pero la soledad propiciada por el atardecer lo hacen singular, ayudado de una taza de café y un baúl sin fondo de recuerdos estériles, se logra disfrutar mucho más el entorno al cual me refiero.

Si no lo has visto, no te debes preocupar, igual no lo he visto desde hace mucho tiempo, ayudado por la carga de trabajo masivo adquirido por la compañía para la cual trabajo como esclavo todos los días, y todos los ocasos perdidos. Es así como lo imagino o como me recuerdo en la infancia. Bajo un pino alto y una libreta tratándolo de capturar para un relato más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

yeeeeeeeey que bueno que ya volviste :D estaré pendiente de tus textos ;)